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19 Sep Cómo aprendimos a vivir fuera del automático
Me costó entender que no todos los bebés llegan de igual manera: embarazo deseado y sin grandes sobresaltos, transcurrir los 9 meses, organizando su cuarto, sus primeras ropitas, sintiendo sus latidos y patadas en nuestro vientre, internarnos para el momento más feliz. Parto vaginal o cesárea y nuestro bebé en la habitación.
En resumen, eso no fue lo que nos sucedió… Perdimos 5 embarazos, llegaron a nuestras vidas Yair, Mateo y Benjamín mediante la adopción.
Luego llegó Juan y nos dejó el dolor de su partida. Duelo. Sensación de vacío, decepción, angustia de haber sentido, tocado nuestro hijo, que se apagó demasiado pronto y a la vez una vivencia tan fuerte y trascendental que nos traspasó como familia: Esta vez no solo a Néstor y a mi sino a sus hermanos, Yair, Mateo y Benjamín.
Juan despertó al tiempo, el deseo de ser padres nuevamente. Intentamos hacer subrogación de útero y después de 3 fallidos intentos con resultados negativos de los embriones, dolor, frustración. Hasta que nuevamente brilló nuestro arco iris, con la llegada de los melli, prematuros otro capítulo en nuestra historia.
Así que en casa la programación automática nunca funcionó. Vino desprogramada para reprogramarse y nos sorprendió.
Nos volvimos especialistas en fertilidad, adopción, subrogación de útero, duelos, pérdidas, hijos prematuros, neonatológica, trombofilia…. Cada una si bien es solo una palabra, en nuestras vidas significa una parte de nuestra historia, vivida, transitada, con alegría, esperanza, dolor y pérdidas, duelo de lo que no fue, de lo que queremos aferrarnos con capa y espada y se nos va de las manos. Pero hoy tiene como resultado nuestra ruidosa e imperfecta familia que es lo más hermoso del mundo. Todos los días buscando nuevas señales en el camino para aprender entre todos, que el automático es una guía que no siempre funciona. Lo único que funciona es quererlos y estar ahí, investigando otro camino más.
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